DISCUSIONES MATRIMONIALES

CÓMO EVITAR LAS DISCUSIONES MATRIMONIALES


“Mi esposa y yo nos peleamos con frecuencia. A veces lo hacemos por cosas que carecen de importancia. Aunque nos queremos, no por eso dejamos de discutir y pelear. Después quedamos disgustados y avergonzados. Parece que en nuestro matrimonio la salud emocional no anda muy bien. ¿Por qué nos sucede esto? ¿Qué podemos hacer para remediar esta situación bochornosa?”

Cuando dos personas discuten acaloradamente, se encuentran en un estado de elevada tensión emocional, nerviosa y hormonal. Siendo que el impacto de las emociones en la mente siempre produce una disminución del control voluntario de la acción y del pensamiento, no cuesta mucho comprender que los cónyuges que discuten no pueden aceptar razones ni reconocer el valor de lo que el otro cónyuge dice.

Este estado de ofuscación mental los lleva a lanzarse recriminaciones y ofensas capaces de producir heridas anímicas profundas y dolorosas que suelen sangrar durante mucho tiempo.


Lo único que consiguen con esto es distanciarse el uno del otro y debilitar los lazos del cariño y el respeto mutuo.

En esta circunstancia los cónyuges debieran aplicar el siguiente consejo bíblico:

“La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor” (Proverbios 15:1).


¿Por qué pelean los esposos al grado de poner en peligro la estabilidad de su matrimonio, la felicidad del hogar y hasta la salud mental de la familia?



El Dr. Ashley Montagu, profesional inglés ganador del Premio Nobel en Antropología, hace este comentario:

“La mayor parte de los matrimonios fracasan a causa de la acumulación de pequeños descuidos que resultan desagradables, de detallecitos que sería la cosa más fácil del mundo corregir, pero que en un comienzo nadie los considera suficientemente serios o importantes para que los cónyuges se tomen la molestia de preocuparse por ellos".

Pero estos pequeños factores irritantes con el tiempo son capaces de erosionar y desmoronar las bases sobre las que se apoya el matrimonio; y a menos que se detecte a tiempo esta erosión, el matrimonio se derrumbará sin que los cónyuges se den cuenta del peligro” (Artículo “Don’t Let Your Marriage Slip” [No permita que su matrimonio se deteriore], publicado en la revista norteamericana Marriage).


MALTRATOS VERBALES

Esas crueles ofensas y mortificaciones que los cónyuges se ocasionan mutuamente empañan sus relaciones conyugales, perjudican la comunicación entre ellos y los tornan agresivos y hostiles, hasta el punto de que ya no se soportan y sólo se combaten mutuamente en lugar de mantener una relación paciente, agradable, madura, feliz y satisfactoria.

También atentan contra la comprensión y la armonía en el matrimonio, el descuido y la indiferencia, porque trabajan calladamente, sin provocar grandes estallidos emocionales al comienzo, pero erosionando el fundamento conyugal. Un pequeño olvido, una falta de atención y cortesía, dejar de elogiar al cónyuge cuando lo merece (“¡María, luces maravillosa con ese vestido!”), la falta de buena disposición para ayudar cuando el otro está en apuros, la falta de interés en lo que el otro cónyuge hace, el no pasar juntos parte del tiempo, y otras cosas por el estilo, es lo que separa a los cónyuges, lo que crea resquemores y lo que termina por destruir la armonía conyugal y por lanzarlos al insensato pasatiempo de las peleas matrimoniales.




Cuando en el hogar se presentan situaciones que pueden desatar una discusión desagradable ambos cónyuges deben manifestar comprensión, humildad, sensatez y mansedumbre; deben tragarse su orgullo y hacer aflorar el amor que los llevó a darse el uno al otro. Y en lugar de proferir palabras ásperas que hacen “subir el furor”, deben dar la “blanda respuesta” que esparce la fragancia del cariño, la comprensión y la tolerancia sobre el ambiente caldeado por la ira y la terquedad.




LA EMOCIÓN MÁS RESALTANTE
EN LAS PELEAS CONYUGALES ES LA IRA.


El cónyuge airado dice cosas que causan profundas heridas anímicas. Por eso es mejor detenerse a tiempo, antes que se desaten los mecanismos instintivos que hacen perder el control de las acciones y las palabras, y que anulan la capacidad de la reflexión y la voluntad.

La persona airada se siente estallar por dentro, de modo que busca la manera de liberarse a través de gritos, imprecaciones, amenazas y gestos. La víctima, por cierto, es el cónyuge, quien recibe las caldeadas descargas emocionales procedentes de alguien que había prometido amarle en las buenas y en las malas.

El rey Salomón, autor de numerosos proverbios bíblicos, dijo acertadamente:

“El que tarda en airarse es grande de entendimiento; mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad” (Proverbios 14:29).

Todos hemos manifestado algún grado de necedad a través de nuestra impaciencia, pero mediante el autocontrol podemos neutralizar las situaciones familiares o conyugales potencialmente explosivas, y con ello, engrandecer nuestro entendimiento.

El siguiente párrafo insta a los cónyuges a ejercer dominio propio con el fin de mantener la paz familiar:

“Si se cumple la voluntad de Dios, ambos esposos se respetarán mutuamente y cultivarán el amor y la confianza. Cualquier cosa que habría de destruir la paz y la unidad de la familia debe reprimirse con firmeza, y debe fomentarse la bondad y el amor. El que manifiesta un espíritu de ternura, tolerancia y cariño, notará que se le reciproca con el mismo espíritu. Donde reina el Espíritu de Dios, no se hablará de incompatibilidad en la relación matrimonial”

Ayudará en los esfuerzos por suprimir las peleas matrimoniales recordar que no nos casamos con la señorita Perfecta ni con el señor Perfecto; nos casamos con una persona que nos parecía encantadora porque tenía numerosos rasgos buenos, positivos y agradables, aunque también sabíamos que poseía algunos defectos; pero por alguna razón, al poco tiempo de casados, los cónyuges suelen olvidar sus propias imperfecciones, se dan ellos mismos el título de Esposo Modelo o Esposa Modelo y de ahí en adelante se convierten en jueces del comportamiento, de los motivos y hasta de las intenciones del otro cónyuge.


LAS PELEAS Y DISCUSIONES CONYUGALES
SON INNECESARIAS.

«El que tarda en aírarse es grande de entendimiento; mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad” (Proverbios 14:29)





Es mejor dedicar el tiempo que se pierde en ellas a cultivar la amistad y a llevar a cabo actividades que contribuyan a mantener unidos a los cónyuges, a vivir con felicidad y a mejorar la salud mental de toda la familia.

Pongamos en práctica esta recomendación del sabio Salomón:

“Alégrate con la mujer de tu juventud” (Proverbios 5:18).