La familia ejerce más influencia que ninguna otra institución en la educación, en la formación del carácter y en la orientación de la salud mental de los hijos. La escuela y la iglesia son muy importantes, pero no superan el vasto impacto del hogar en las mentes jóvenes.
Esto se debe a que: (1) los niños pasan más tiempo en el hogar que en cualquier otro lugar, (2) a la naturaleza autoritaria del control de los padres sobre el pensamiento y la conducta de sus hijos, y (3) a la actitud de cariño, obediencia, respeto y admiración que los niños sienten por sus padres.
Estos tres factores convierten a la familia en un medio formidable a través del cual los miembros jóvenes de la sociedad pueden adquirir valiosos principios, valores y enseñanzas que los convertirán en adultos útiles y dignos, o bien mediante el cual obtendrán una personalidad desviada, sentimientos de inferioridad y desprecio por ellos mismos y por los demás, con lo que llegarán a ser elementos rebeldes, delincuentes, drogadictos, viciosos o adultos sin ambiciones que se arrastrarán por la vida sin nunca dar ni recibir satisfacciones.
En vista de esta importante influencia formadora o deformadora de los hijos, aflige ver que miles de familias en todos los países latinoamericanos no se preocupan seriamente por cumplir sus funciones fundamentales ni por colocar en sus hijos una firme base sobre la cual ellos puedan edificar una sólida salud mental y un futuro aceptable y feliz. Debido a esto las familias se han convertido en la principal causa generadora de emociones destructivas de la sociedad.
Afortunadamente cada familia puede proyectarse en la dirección debida, si así lo desea, para convertirse en un factor educativo y formativo eficaz.
Veremos a continuación algunas actitudes malsanas que afectan el buen desarrollo de la salud mental de sus miembros.
AMBIENTE FAMILIAR QUE DETERIORÁ LA SALUD EMOCIONAL
1. 1.- ACTITUD DE RECHAZO HACÍA LOS HIJOS
Los psicólogos han definido al niño rechazado como aquel que no es aceptado por su madre, por su padre o por ambos. Estos no le dan los cuidados, la protección ni el cariño necesarios, o bien lo descuidan porque prefieren a los demás hijos. Los padres que rechazan a sus hijos los abandonan, los ridiculizan, no los asean, no los visten ni los alimentan en forma adecuada; no se preocupan por su educación ni reconocen su progreso en la escuela; tampoco los apoyan cuando se acercan a ellos con sus problemas.
Los padres que rechazan a sus hijos sienten que éstos constituyen verdaderos estorbos y molestias. Consideran la existencia de esos niños como una verdadera Frustración para su vida, y no obtienen de ella ninguna satisfacción. Estos padres procuran justificar su actitud negativa, de modo que revisten al hijo rechazado con características negativas; es como si dijeran: “No lo quiero, porque es malo; no es digno de que yo lo ame”. Así excusan sus sentimientos hostiles y tratan de calmar su conciencia.
VEAMOS UN CASO. Leonardo fue detestado y rechazado por su madre desde sus primeros meses de vida. Esta lo trató como si fuera un animalito, sin consideración ni cariño. No lo alimentaba bien y ni siquiera le importaba si vivía o no. Cierta vez el niño robó dinero a un amigo de la madre, y ésta lo castigó con tanta crueldad que por poco lo mata.
Leonardo fue enviado a vivir con su padre, quien se había vuelto a casar. El padre, hombre pervertido y alcohólico, abusó de su propia hija de diez años. El niño, que para entonces tenía doce años, le deseó la muerte por lo que había hecho. Eso lo impresionó profundamente. Cierta vez el padre castigó a Leonardo con un palo con la intención de matarlo. Otra vez le quebró algunos dedos con un ladrillo. En algunas ocasiones no le daba comida durante días enteros, y en otras lo azotaba hasta hacerlo sangrar.
Leonardo creció lleno de resentimiento. Se convirtió en un adolescente desilusionado y hostil. Dejó de estudiar. Se dedicó a asaltar y robar. Cierta vez, con la ayuda de un amigo dio muerte al empleado de un negocio. Eso lo sumergió en un estado de remordimiento y angustia. Confesó su crimen a la policía en un vano intento por conseguir paz mental. Fue encarcelado.
Un día escuchó un programa religioso por radio y eso trajo un rayo de esperanza a su vida. Poco después recibió un Nuevo Testamento, que leyó en su totalidad. Así comenzó en él una transformación milagrosa que trajo vida de la muerte, esperanza de la desesperación y gozo del resentimiento.
El rechazo recibido de sus padres y la forma vil y cruel como lo trataron echaron a perder la salud mental de Leonardo, y si no hubiera sido por la influencia transformadora de las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, y por el amor de Jesús y sus promesas de salvación que abundan en sus páginas, este adolescente se habría convertido en un criminal sin esperanza de redención.
Debemos proporcionar a nuestros hijos el cuidado y el amor
que les ayudara a desarrollar confianza y seguridad.
1. 2.- ACTITUD DE CRÍTICA EN LA FAMILIA.
Los miembros de las familias en que predomina esta actitud negativa viven criticándose unos a otros y lanzándose amargas recriminaciones. El padre, la madre y los hijos participan en esta actividad destructora de la dignidad personal. De la mañana a la noche reina un clima de tensión provocado por las emociones caldeadas que fluyen sin control.
Yolanda tuvo la desgracia de nacer en una familia como ésta. Creció envenenando su mente con la actitud de crítica y mutuas recriminaciones de sus padres y hermanos. Cuando fue a la escuela lo pasó muy mal porque con frecuencia criticaba a sus profesores y compañeros. Como resultado de su disposición tan negativa, poco antes de entrar en la adolescencia sufrió un trastorno psicológico y tuvo que ser puesta en tratamiento.
En otros casos la actitud de crítica adopta una forma que podría llamarse “guerra fría”. No se trata de una crítica abierta y directa, sino de expresiones veladas, disimuladas, pero igualmente hirientes, que el marido le lanza a su esposa delante de los amigos, o viceversa. Otras veces se dicen bromas agresivas. Eso les causa alivio y satisfacción porque contribuye a dar salida a su hostilidad disfrazada de buen humor.
Se hacen alusiones a defectos físicos, a la gordura o a la inhabilidad de la persona para hacer bien alguna cosa (para llevar las cuentas, cocinar o mantener la casa en buen estado). De este modo se procura enseñar una lección al cónyuge valiéndose de una situación humorística, sin correr el riesgo de una pelea instantánea. Lo único que se consigue con esto es provocar profundos sentimientos de frustración, acompañados inevitablemente de resentimiento y hostilidad.
Además le gustaba juntarse con sus amigos en el bar o en la casa de alguno de ellos; jugaban a las cartas, hablaban de política y comentaban las últimas hazañas de sus deportistas favoritos. Así continuaron las cosas durante algunos años. Berta pasaba su tiempo en el hogar criando a sus hijos. Muchas veces deseaba que Ernesto la sacara a pasear o la llevara a comer a un restaurante, pero su esposo no se daba por enterado. El abandono en que éste la tenía fue minando su vigor y su entusiasmo. Cuando Berta comenzó a quejarse de diversos malestares, su esposo se impacientó y no la escuchó con simpatía. Con el tiempo empeoró su salud y los médicos no lograban estabilizarla, porque el problema provenía de su estado emocional deteriorado por el egoísmo del esposo. Ernesto se resistía a creer que él fuera el causante de la enfermedad de su esposa. Se disculpaba diciendo: “Qué tiene de malo que yo salga a divertirme por mi cuenta después de haber trabajado duramente? Eso no tiene por qué afectar a mi esposa”.
. 3.- LA ACTITUD DE AGUAFIESTAS EN LA FAMILIA.
Esta actitud se observa con bastante frecuencia en las familias. Genera un ambiente emocional desagradable, con predominio de actitudes pesimistas hacia casi todas las situaciones. Por ejemplo, si la madre propone hacer un paseo a la playa, los hijos se niegan diciendo que puede hacer mucho frío o demasiado viento; y si no hace frío, dicen que la arena se mete en los zapatos y en los sandwiches. Es mejor quedarse en casa y mirar televisión. No hay entusiasmo porque predomina en la familia una atmósfera de negativismo que ahoga toda iniciativa de sus miembros.
Alicia pertenecía a una familia en la que predominaba la actitud de aguafiestas. Lo mismo que el resto de sus familiares, Alicia tenía una disposición sombría y por lo tanto carecía de chispa, gracia e ingenio; no poseía la vivacidad característica de los hijos de familias optimistas y emprendedoras poseedoras de una salud mental correcta, de modo que en la escuela sus compañeros no la tomaban en cuenta. Después de todo, a nadie le gusta juntarse con una muchacha que echa a perder las fiestas y reuniones sociales con su pesimismo y mala disposición. No era que no la quisieran, sino que ella actuaba siempre en una forma tan desagradable que los demás preferían evitarla. Y así, la pobre niña vivía aislada en la escuela y también en su casa, porque los demás niños se alejaban de ella.
Alicia creció en esa atmósfera familiar malsana y su vida emocional se tomó melancólica y triste. Su salud se desmejoró porque las ideas y emociones negativas inevitablemente afectan todo el organismo, como ya vimos en el capítulo sobre las emociones. Hasta el menor dolor o un estornudo la llenaba de aprensión. Hacía frecuentes visitas al médico.
En pocos años su salud se deterioró a tal punto que tuvo que someterse a cuatro operaciones.
4.- LA ACTITUD DE EGOÍSMO EN LA FAMILIA.
En este caso uno o más miembros de la familia se dedican a hacer sólo aquello que les agrada o les conviene, sin preocuparse del resto. Esta actitud produce un efecto perjudicial sobre la salud mental de toda la familia.
Berta era una joven sana y feliz, pero se casó con Ernesto, muchacho extremadamente egoísta a quien lo único que le importaba era su propio bienestar. Por cierto que Berta no se imaginaba cómo era realmente su flamante esposo. Ernesto era un fanático del fútbol, por lo que no se perdía ningún partido de importancia; pero nunca llevaba con él a su esposa.
¿Qué tiene de malo? ¡Mucho! Lo primero que tiene de malo es que él es un hombre egoísta y desconsiderado. Así como él tiene necesidad de divertirse, también su esposa que trabaja tan duro como él atendiendo a los niños, preparando las comidas y manteniendo el hogar en orden, necesita distracción y cambio. Siendo que ella lo ama, quiere tener la oportunidad de salir con él para cultivar la amistad y llevar a cabo actividades compartidas. Pero los lentes oscuros del egoísmo del marido no le dejan ver ese aspecto de la realidad matrimonial. Hasta los dos hijos que esta pareja tiene son debiluchos e inseguros. La salud mental y física de toda la familia se ha alterado debido a la falta de consideración del marido y padre.
Lamentablemente este mismo caso se repite en miles de hogares latinoamericanos en los cuales las esposas y los hijos se quedan en la casa, mientras los maridos, felices de la vida, pasan horas en el bar, en la cantina o platicando con sus amigos.
1. 5.- ACTITUD DE LOS SUEGROS HACIA LA FAMILIA.
Los suegros quieren que su hijo y su nuera, o bien su hija y su yerno, recién casados tengan éxito y se abran paso en la vida. Es una buena intención. Sin embargo, con gran frecuencia, en su deseo de ayudar, se meten demasiado en la vida privada de sus hijos. Eso los convierte en personas dominadoras e indeseables que echan a perder las buenas relaciones entre el esposo y la esposa. El mejor obsequio que los suegros pueden hacer a sus hijos es dejarlos que vivan sin su intervención constante para que tengan una vida independiente, feliz y creadora. Sin embargo, aunque los suegros sean personas difíciles de tratar, el hijo y la nuera o la hija y el yerno, deben mantener con ellos relaciones cordiales.
1. 6. - ACTITUD DE IRRELIGIOSIDAD EN LA FAMILIA.
En este caso los padres no sienten ninguna necesidad de cultivar la práctica espiritual, que es parte integrante de la vida de todo ser humano. Se conforman con satisfacer sus necesidades básicas: Comen bien, beben lo suficiente, duermen lo necesario, mantienen relaciones sexuales maritales o extramaritales, se reúnen con sus amigos y se sienten apreciados.
Claro, a veces se les pasa la mano, porque comen en exceso, tienen sobrepeso y sufren de presión alta. Con frecuencia fuman exageradamente y así preparan el terreno donde, con el tiempo, se desarrollará un cáncer (en el labio, en la lengua o en el pulmón). También suelen beber demasiado, y aunque no pueden prescindir del trago, no se consideran alcohólicos. Han adoptado esta filosofía como lema de su vida: “Comamos y bebamos que mañana moriremos”. Y no se dan cuenta de que están haciendo todo lo posible por apresurar la llegada del día fatal.
Los hijos de estas familias no son felices y a veces se convierten en drogadictos, delincuentes y personas cínicas que fracasan en sus estudios y no tienen un propósito útil para su vida.
El siguiente caso muestra el efecto que la actitud de incredulidad religiosa puede tener en un miembro de la familia.
Mark Twain, el conocido escritor y humorista norteamericano, amaba tiernamente a Olivia Langdon y finalmente se casó con ella. Twain no era religioso, pero su esposa había sido criada en un hogar piadoso y tenía profundas convicciones religiosas. Después del casamiento y debido a su amor por ella, Mark Twain participaba superficialmente en las prácticas religiosas de la familia de su esposa. Pero no pudo fingir durante mucho tiempo, hasta que un día le dijo: Olivia... debo confesarte que no creo en la Biblia.
A partir de ese momento su incredulidad ejerció una influencia mortífera sobre la vida espiritual de su esposa. Andando el tiempo, ella pasó por un período de tremenda angustia que la sumergió en una gran aflicción. Twain procuró animarla diciéndole: Olivia, si crees que confiar en la fe cristiana puede ayudarte, es bueno que lo hagas.
No puedo... Ya no tengo fe alguna, fue la triste respuesta de su esposa.
La salud mental de la familia sufre un grave revés cuando el grupo familiar no se interesa en las prácticas religiosas que robustecen la fe, afirman los nervios, estimulan las emociones positivas y aumentan la confianza en el futuro.
EL AMBIENTE FAMILIAR QUE PROMUEVE LA SALUD EMOCIONAL Y AUMENTA LA FELICIDAD
Acabamos de ver algunas de las numerosas actitudes malsanas que convierten a nuestras familias en terreno fértil para el desarrollo de diversas enfermedades emocionales que alteran la mente y el cuerpo, y destruyen la armonía, la paz y la felicidad del hogar.
Si en la familia del lector predomina alguna de estas actitudes perjudiciales, ahora es el momento de hacer lo necesario para desarraigarla y poner en su lugar actitudes positivas que contribuyan al bienestar de todos los miembros de la familia.
Cada uno de los integrantes del hogar, grandes y chicos, tiene un deber importantísimo que cumplir en relación con el mantenimiento de la buena salud mental de la familia: debe hacer todo lo posible por mantener constantemente bajo control los estados emocionales negativos (enojo, ira, celos, caprichos y otros) para que no echen a perder la armonía del hogar. Es posible que al comienzo le resulte difícil usar la voluntad para dominarse, pero triunfará si persevera. Al cabo de un tiempo descubrirá complacido que las mismas situaciones que antes lo fastidiaban, lo ponían furioso o despertaban el espíritu de crítica, ahora no lo afectan de ese modo. Al mismo tiempo habrá desarrollado hermosas virtudes como la paciencia, la comprensión y la tolerancia. En adelante podrá hablar y actuar con calma, sin ponerse nervioso, y tendrá una disposición alegre.
Además del deber de controlar sus emociones, cada uno de los integrantes de la familia debe esforzarse por ayudar a los otros a controlar sus emociones fuertes, a mantener la calma y cultivar la alegría. De este modo unos se preocuparán por el bienestar de los otros, y así resultará más fácil mantener vigorosa la salud mental del hogar.
DIOS LE BENDIGA.